lunes, 9 de septiembre de 2013

Las competencias del docente universitario.

Se ha presentado la preocupación que en las instituciones de educación se imparta una enseñanza de calidad. La manera que se ha trabajado para medir la competencia del docente es mediante cuestionarios, pero hay factores que no se pueden medir con estos, por lo que sería equivocado concluir a través de estos sepamos realmente aspectos cognoscitivos y afectivos que se ponen en juego en el proceso enseñanza-aprendizaje. Hay estudios científicas que se quieren mejorar de la práctica docente, pero no hay que olvidar la relación profesor – alumno.
Según (García Ramos y Congosto, 1996:127) el profesor más valorado por los alumnos es el que es más humano, más cercano y con facilidad para relacionarse con el alumno. A estos factores se les llama Indicadores de Presagió.
Y por otra parte según Acevedo (2003) en el ámbito de la medición la limitante está en que su influencia es sobre todo indirecta por lo que es necesario abordar otros factores que demuestren que el profesor está preparado profesionalmente y si sabe desarrollar sus competencias en el aula. ¿Que entendemos por competencias docentes? Según García Ramos y Congosto (1996:127)
“Es el conjunto fiable sobre la relación entre la enseñanza y el aprendizaje”
Un buen profesor no solo requiere el dominio de la materia, tiene que tener también conocimientos de cómo motivar al alumno como desarrollar sus habilidades, conocimientos pedagógicos, ser perceptivo al aprendizaje que va teniendo el alumno y saber como ayudarle .  García Ramos (1997:384) hace una síntesis de diversas instituciones sobre las dimensiones de las competencias.
1. Dominio de la asignatura
2. Didáctico-técnico: programación, organización, evaluación, y uso de recursos didácticos, método.
Para Zabalza (2003) quien que ha estudiado en profundidad el tema de las competencias docentes, afirma que muchas veces se hurga en las carencias y problemas sin brindar alternativas de mejoras; y, por lo tanto, ofrece diez cuestiones sobre las que  indagar y en torno a las cuales analizar la actuación del profesor y establecer  indicadores de calidad:
1. Diseño y planificación de la docencia con sentido de proyecto formativo  (condición curricular).
2. Organización de las condiciones y del ambiente de trabajo (espacios físicos,  la disposición de los recursos, etc.).
3. Selección de contenidos interesantes y forma de presentación de los mismos.
4. Materiales de apoyo a los estudiantes (guías, dosieres, información  complementaria).
5. Metodología didáctica.
6. Incorporación de nuevas tecnologías y recursos diversos.
7. Atención personal y sistemas de apoyo a los estudiantes.
8. Estrategias de coordinación con los colegas.
9. Sistemas de evaluación utilizados.
10. Mecanismos de revisión del proceso.
Rodríguez Espinar (2003) sostiene que el buen docente universitario ha de dar  muestras de competencia, es decir:   Tener el dominio pertinente del saber de su campo disciplinar. No es cuestión de  saber mucho de todo (sabio), ni mucho de un tema (especialista), sino el conocer cómo se genera y difunde el conocimiento en el campo disciplinar en el que se  inserta la enseñanza, a fin de poder no sólo estar al día) de los temas  relevantes, sino ofrecer los criterios de validación del conocimiento que se difunde.
 Ser reflexivo, e investigar e indagar sobre su propia práctica docente. Debería establecer la conexión entre la generación de dos tipos de conocimiento: el  disciplinar y el pedagógico (proceso de enseñanza-aprendizaje).
 Dominar las herramientas de diseño, planificación y gestión del currículo, no  tanto como actividad en solitario, sino en colaboración con los equipos y  unidades de docencia.
 Estar motivado por la innovación docente; es decir, abierto a la consideración de  nuevas alternativas de mejora como consecuencia de la aparición de nuevos  escenarios.
Saber ser facilitador del aprendizaje, y tomar en consideración no sólo la  individualidad del estudiante y su autonomía para aprender, sino también la  situación grupal, y manejarla para generar un clima de motivación por un  aprendizaje de calidad.
 Trabajar en colaboración, en la medida que asume la necesidad del trabajo en  equipo docente como vía para dar respuesta a las múltiples demandas que el  contexto genera. Asimismo, debe ser capaz de potenciar un clima de aprendizaje colaborativo entre los propios estudiantes.
 Ser tutor del proceso de aprendizaje del estudiante, y establecer las relaciones y  la comunicación interpersonal que reclama la función de tutor.
 Ser profesionalmente ético. Lo que implica: asumir un compromiso institucional y social, cumplir las obligaciones contractuales, y ser justo en la valoración de  los demás.
En términos generales, es imprescindible resaltar el lugar de la práctica reflexiva  en el desarrollo de las competencias, dado que brinda la posibilidad permanente de  enmarcar la actuación docente más allá de las condiciones establecidas por el entorno  institucional. Tal como afirma Perrenoud (2004), la autonomía y la responsabilidad de  profesional no se entiende sin una gran capacidad de reflexión en la acción y sobre la  acción. Esta capacidad está en el interior del desarrollo permanente, según la propia experiencia, las competencias y los conocimientos profesionales de cada uno.
La competencia docente descrita en las investigaciones, adquiere concreción a partir de la voz y el acento  particular de cada profesor, de su temperamento, energía creativa y responsabilidad, transformada en una auténtica herramienta eficaz de aprendizaje, capaz de implicar al estudiante universitario en su propia formación profesional.   

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